Sequía deja incomunicada y sin alimentos a la región del Tipnis


Los ríos amazónicos en la cuenca alta del Territorio Indígena y Parque Nacional Isiboro Sécure (Tipnis) han bajado de caudal a niveles críticos, la navegación es dificultosa y en algunos tramos imposible, y una veintena de comunidades que ahora sufre por la falta de agua y alimentos ha quedado aislada.


Ante la gravedad de la situación, la Gobernación del Beni declaró hoy “el estado de emergencia en el grado de alerta roja” en las ocho provincias del departamento, que incluye a la zona de la reserva, informó su secretario general, Juan Carlos Zambrana.

La falta de lluvias que se experimenta desde junio provocó que la red de hidrovías en el Tipnis esté casi paralizada. La enmarañada red de ríos grandes y pequeños, lagos y lagunas es la principal vía de comunicación entre comunidades dispersas en medio de la selva.

“Una de las primeras consecuencias de esta sequía es que los ríos bajan de nivel, el transporte colapsa y la comida y el combustible, que se transportan por vía fluvial, comienzan a encarecer y a faltar”, señaló el Secretario General de la Gobernación del Beni.

Aún no se informó sobre brotes epidémicos, pero lo más preocupante ahora es la escasez de agua, que se mantendrá hasta mediados del mes de noviembre.

El agua de río que beben las comunidades está estancada y no es apta para el consumo humano. El Servicio Nacional de Meteorología e Hidrología, de Trinidad, informó que las altas temperaturas, que oscilan entre 36 y 40 grados centígrados, se mantendrán al menos hasta fines de octubre, y se prevé que las lluvias llegarán este año con retraso.

La última gran sequía en la amazonia ocurrió en 2005, con millones de peces muertos y embarcaciones varadas en medio de grandes ríos, pero la actual, según Zambrana, aún no es tan grave como aquella. El calentamiento de las aguas del Atlántico, que ha desatado más huracanes este año, puede ser la causa de la intensa sequía que afecta a la amazonia boliviana.

La declaración de alerta roja permite a la Gobernación y al Comité Operativo de Emergencias (COE) disponer de recursos económicos adicionales para enfrentar las consecuencias del fenómeno natural.

Se informó que ambas instituciones departamentales y los municipios involucrados en la emergencia ejecutarán un plan de asistencia humanitaria, que incluye la dotación de alimentos y medicinas.

“Sólo la Gobernación, incluido su presupuesto departamental, movilizará un millón de bolivianos”, indicó Zambrana. La intensa sequía viene acompaña con fuertes vientos que, en esta época del año en la que se extienden los chaqueos en las haciendas, provocan también incendios en las comunidades indígenas.

“Hasta ahora hay unas 30 viviendas que han sido destruidas por el fuego de los chaqueos”.

El Sécure está aislado

Desde que las aguas del río Sécure disminuyeron su caudal y dieron paso a enormes playas de tierra rojiza, Daniel Jou, corregidor de la comunidad La Capital, “acarrea al hombro” lo poco que produce su chaco, durante tres jornadas hasta San Lorenzo de Moxos, un municipio rural del Beni, para intercambiarlo por sal o manteca.

Unas 20 comunidades del Tipnis asentadas a lo largo de 150 kilómetros en la cuenca central del Sécure tienen el mismo problema que La Capital. “Hace cinco o seis años que el río no se recupera ni siquiera en el intenso período de lluvias, y nuestras canoas están paradas”, cuenta la autoridad que representa a cinco familias mojeño-trinitarias.

El río Sécure tenía hasta antes de ese año unos 20 metros de ancho y entre cinco y siete metros de profundidad, y bañaba con sus aguas el llano beniano. Era una carretera fluvial.

Hoy, sin embargo, el paso de la cuenca no ocupa más de cinco metros de ancho y un niño de 12 años cruza su cauce, y el agua, turbia y amarillenta, no le llega a las rodillas. “Con esa situación no es fácil salir, y cuando lo hacemos acarreamos al hombro nuestros productos durante tres días”, según Jou.

Catalina Semo, miembro de la comunidad La Capital, cuenta que los productos que lleva a San Lorenzo de Moxos son cabezas de plátano, arroz y harina de yuca para elaborar el refresco de chivé, una bebida típica del oriente boliviano.

“La situación del río nos afecta mucho. Desde cualquier punto se ve su cauce seco y amarillento”, asegura Semo.

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